Árnica

El sanador y guardián de músculos y moretones

La planta amarilla de árnica crece en prados naturales de montaña y suelos de turba pobres en calcio. La primera referencia registrada de esta planta aparece en los escritos de Hildegard de Bingen, la sabia y sanadora del siglo XII. Las delicadas flores de Árnica parecen desaliñadas y frágiles, como si una brisa pudiese llevárselas. Sin embargo, el árnica es una planta muy vigorosa que crece hasta 40 centímetros de alto y sobrevive fácilmente a los fuertes vientos de la montaña. Esta resistencia externa es una clara indicación de las fuertes fuerzas estructurales que acarrea el árnica.

Una joya de activos ingredientes

Alrededor de 150 ingredientes farmacéuticamente activos se encuentran en los racimos de flores de árnica. Entre ellos hay sustancias valiosas y efectivas como flavonoides, carotenoides, lactonas sesquiterpénicas y aceites esenciales preciosos. El contenido de sílice fino proporciona las fuerzas de estructuración y formación del árnica y ayuda a regenerar el tejido después de lesiones contundentes, como pueden ser los hematomas, golpes o contusiones. En el siglo XVIII, el árnica se usaba a menudo para el tratamiento de afecciones como la gota, el reumatismo, las venas varicosas y la flebitis. En los tiempos modernos, se ha demostrado que los extractos de árnica tienen un efecto antiséptico y promueven la circulación sanguínea, alivian el dolor y aceleran el proceso de curación. Estos usos y otros son chequeados con frecuencia y documentados clínicamente. Por estas características, el árnica también se llama “el sanador y guardián de músculos y moretones”.

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